El último tango de Verón

Veroncito, mi querido Veroncito. El 80% de mi equipo en el Inter. La estrella (Adriano es solo un complemento). El 10, la manija, el único que saca la garra en el Inter, el único capaz de mandar derechazos inatajables. Ay, Veroncito, por qué rayos te peleaste con Juampi Sorín ayer, muchacho, ¿no ves que ya perdiste la opción de ir a tu último mundial? No puede ser, Veroncito, insultarlo todo el partido, a tu compatriota, al capitán de tu selección, quererte pelear en el entretiempo, meterle un planchazo en la pierna, insultarlo incluso cuando Juampi daba entrevistas al final del partido para las cadenas televisivas sobre la gran victoria de la ceniciente de la Champions, el Villareal, que encontró en el Inter a su zapato de cristal. ¡Insultarlo al final del partido, cuando todos estaban en ternos! Con Juampi con su vendita en la ceja izquierda producto del codazo de Materazzi, mandado obviamente por ti, Veroncito. Verón, huevo duro, tarado, imbécil. ¿Cómo rayos se te ocurre mecharte con Sorín? No faltaba más. Ahora todos sabemos por qué rayos no te llamaban para jugar por la selección de Argentina. ¡Por conflictivo! ¡Por huevo duro! Seguro si lo hacían, en la primera noche te metías al cuarto del Juampi y te trompeabas hasta el amanecer. Y para colmo, Riquelme hace el partido de su vida, oh dios mío, el partido de su vida, Riquelme, que ocupa tu mismo puesto (esperemos que Konami le ponga las cualidades justas esta vez), te anuló por completo, Verón, te obnubiló con esos amagues y derechazos. Ay, Verón, Veroncito. No sé por qué, pero me late que no renovarás otra temporada más. ¿Y qué será de mí sin ti en el Inter? Una bolsa vacía, una caja de cartón. Pero qué más da. Espero que Moratti, millonario pero sin mucho talento para comprar jugadores, me traiga a alguien que pueda reemplazarte. Ya di un nombre. Creo que no lo querrás saber, Verón. Qué se le puede hacer. Así es el fútbol. Unos se van, otros llegan. Verón, huevo duro, imbécil. Tu último tango terminó.