27.8.05

El chucho no muerde

Contra lo que se ha venido diciendo del chucho últimamente, y a pesar de las reacciones subidas de tono que la victoria de la Roma frente al Milan despertó entre la afición (los gritos, los llantos, la huida final), me parece que el excelente momento que está pasando el Chacal exige un análisis más profundo. Un comentario que hizo ayer el dt tyson, siempre certero para las intuiciones sacadas de quién sabe qué profundidades tenebrosas, me obligó a pensar más sobre la realidad del chucho que ahora se encuentra entre nosotros en la forma del Chacaloncito Hermozo. Tyson dijo que el juego del Chacal y el winning 9 se adaptan perfectamente. La idea me pareció acertada desde el principio, pues cuenta con el respaldo de los hechos (últimas dos mimaskot), pero ¿por qué es así? Creo que lo que pasa es que los defectos del Chacal en el winning 8 (o los que nosotros considerábamos defectos) han reaparecido transformados en las virtudes mágicas del chucho. Hay dos cosas muy importantes: primero, la criticada tendencia chacalonesca a "lateralizar" el juego, a no profundizar, a evitar el uso de triángulo y a conformarse con rotar el balón en la media cancha, esperando arteramente la oportunidad de contragolpear. Lo que antes veíamos como "lentitud" o incluso "mariconada" de un dt timorato, se ha convertido en su mejor arma. En el winning 9, es más difícil que los pases cortos se concreten con éxito. Los envíos son menos precisos, y recibirlos no es tarea fácil, dado que el jugador ya no se coloca automáticamente en la posición adecuada, y además porque la marca se ha vuelto implacable, sobre todo con el empujón y la "adelantadita". Lo que mayor dificultad me trajo cuando empecé a jugar la versión japonesa fue precisamente la imposibilidad de triangular rápidamente y casi sin mirar a mis jugadores, la necesidad de calcular mejor los pases para evitar que sean interceptados. Parece que el buen manejo del balón que siempre tuvo el chucho, su habilidad para los cambios de banda, para distribuir el balón, retrocederlo cuando es preciso y salir jugando de atrás hacia adelante, ha sido el factor desequilibrante. Me refiero, en general, a su gran seguridad en el traslado de la redonda, que siendo en él una virtud de siempre, ahora se ha vuelto un arma invencible porque para los demás es más difícil tenerla. Salvo Tyson (quien, ojo, aún no pierde con el chucho), los demás dts no sobresalen en este aspecto del juego: Page confía mucho en el pase largo y veloz desde tres cuartos de cancha, pero su ataque siempre es prematuro, precoz; digamos que se apresura demasiado, no controla el balón ni espera el momento, y el resultado es el offside o la bola interceptada (con el contragolpe mortífero que sigue contra una defensa sin Samuel). De Quark se puede decir lo mismo, es muy impaciente, pero su método no es el pase con triángulo sino la llevadiña, el saltito, el poder presionar los botones con la misma rapidez y precisión que un jugador de Tekken con las manos callosas y sudadas. Ludo intentó adquirir esta habilidad y casi lo consigue en winning 8, pero el tránsito a la nueva versión desbarató todo lo aprendido y lo está forzando a educarse otra vez, cosa que en él siempre es difícil, porque nunca tuvo una habilidad especial para el fútbol o el talento innato para los saltitos que Quark sí demuestra. Frente a ellos, la seguridad del chucho es una fortaleza impenetrable. Sabemos bien que el chucho juega con las almas de sus rivales, con su desesperación por marcar gol, y se aprovecha de su poco manejo de pelota para robar, controlar, esperar y contragolpear. Y una vez que el chucho llega al área con montella o totti (y vean que ya aprendió a usar el triángulo), sus disparos suelen ser fulminantes. ¿Por qué los remates de Quark terminan fuera del estadio, por qué Page siempre falla los tiros por pocos centímetros mientras que el chucho siempre acierta? Porque, en el winning 8, el chucho jamás supo patear fuerte. ¿Se acuerdan de sus tiritititos? Claro, si apenas apretaba el botón por miedo de mandar fuera a la gordita, esta salía rebotando, lentamente, hasta las manos del arquero, y entonces todos podíamos burlarnos alegremente del chacal. Pero en el winning 9 ha cambiado la forma de patear. Ahora, la potencia del disparo no es equivalente a la intensidad con que apretemos el botón cuadrado. Si apretamos el cuadrado como lo hacíamos en el 8 estando en el punto de penal, lo más seguro es que el disparo mate a algún espectador en las graderías. Saldrá un cañonazo infernal. En cambio, ¿qué hacía el chucho? Le daba un toquecito, y lo sigue haciendo. ¿Qué pasa ahora? La bola no sale rodadita, sino que se clava en las redes y es gol, otro triunfo del chucho. La lección es apretar el cuadrado con suavidad para evitar los misiles de Quark, o incluso darle dos toquecitos rápidos pero no muy profundos. Un nuevo defecto del chucho se transforma en virtud. ¿Debe esto hacernos pensar que Mefistófeles está detrás de todo, que el chucho es un aborto maldito en vez de ser el tierno animal que aparece en la foto? ¿Ven cómo el Chacaloncito pasea tranquilamente a su chuchito como si fuera una pelotita, descubriendo uno de sus mayores secretos? Una vez que comprendamos al chucho, podremos vencerlo. La superstición y el terror de lo sobrenatural son las mejores armas del renovado dt Chacaloncito y su Roma infernal llegada del otro mundo. Ludo

1 comentarios:

neverlandiano dijo...

Teología elemental:

UNA VEZ QUE ENTENDAMOS AL CHUCHO, PODREMOS VENCERLO,

estoy de acuerdo

Tyson