El chucho vive en mí

Aunque sea un refrito, creo que los miembros de este blog tenemos la obligación moral (¡sí, qué carajo!) de referirnos al problema del mal, tema del artículo del escritor Amos Oz "El mar tiene un olor inconfundible". En primer lugar, es preciso aclarar que este insigne hombre de letras nada tiene que ver con el "Mago de Oz", y que en el texto citado afirma lo siguiente: "La gente normal siempre es inocente. Las minorías nunca tienen la culpa. Las víctimas son, por definición, moralmente puras. ¿Se han dado cuenta de que, hoy día, el demonio no parece nunca invadir a una persona concreta? Ya no existen los Faustos". ¿Qué cosa, señor? Por lo visto tendremos que facilitarle una breve introducción al mal. Por más estetas, habitacionales, fashion y descerebrados que seamos (hay quienes dicen que somos "cabros", pero porque nos restringimos al ámbito privado y paramos bordando historietas en vez de hablar de cosas de hombres), nosotros, señor, tenemos el privilegio o la desgracia de conocer a un individuo realmente malvado. Nos referimos, nada más y nada menos, que al chucho, mejor conocido como JM o Chacaloncito. El autor de un blog que comenzó como un espacio para la crítica seria y se convirtió en un lloradero ilegible, el mismo chico simpático que antes pasaba hermosas veladas con los cachorros y ahora conspira con el enemigo, el jugador que perdía sin llanto y en determinado punto decidió vengar su frustración recurriendo a los poderes del maligno, el chiquillo desaparecido que un día estaba comiendo papitas con nosotros y al día siguiente nadie podía encontrarlo, es la mismísima encarnación del mal, y vive entre nosotros. ¿Quién dijo que los cachorros no son conscientes de otra cosa que no sea su propio ombligo?