Canto no porque tenga ganas, Que ganas no tengo, Y tampoco porque tenga hora del almuerzo, Que ya la perdí tonteando. Canto porque la hilacha luminosa De mi calzoncillo triste Esta cantando Y yo la escucho y digo: Qué fácil es hacer poesía todos los días De 1- 2 de la tarde Sin ganas de almorzar y con el marcador de la oficina Sin mayor vigilancia que un viejo ciego, Que lo mismo podría ser Tiresias O cualquier perro con legaña Y por eso canto Y no marco tarjeta Oh libertad Oh tiempo sin medida Oh calzoncillo triste Enumeremos primero tus virtudes Para luego justificar tus deslices: Eres pequeño Eres sólido Eres discreto Eres oscuro Eres tibio Eres elástico Eres nostálgico Eres suspensivo Ahí tenemos lo bueno Además de tus tres agujeros Y el cancel de perro que oculta la romántica visión de mis dos inflamados gemelos incestuosos. Sin embargo, calzoncillo triste, No puedo dejar de preguntarte: Si querías hacerte daño, ¿Por qué escogiste las rosas, los tulipanes, los lirios? Y no, por ejemplo, Los látigos, las espadas, los labios, La picana eléctrica que usaba tu abuelo En la época en la que aún la gente creía en algo Y ahora está enmohecida en el garage de tu casa. O el cuchillo de la cocina Con que tu madre limpia el pescado. O aquel laxante con que tu padre remedia el ardor De sus años adolescentes en que oía a Frank Sinatra. Era tan fácil como eso, Escoger bien los elementos de tortura Y saber donde está uno mejor consigo mismo. Aunque ahora que vuelan las moscas Y es un puro aletear de tonterías La pregunta es: ¿A dónde nos llevarán esas alas? Quizá a Cajamarca, las iglesias, el sismo, la cabeza de chancho. O quizá a Guadalajara, Y sus conejitas de cuarenta dólares. O probablemente a Madrid, Donde un grupo de cuyes de patas abiertas Gritaban desde el tajo que divide en dos su barriga, Y con su ají limo clavado en el culo También está el DF Donde el brazo inexistente de Mario Te señala lo que tienes que hacer Y nunca has hecho. O será anuncio de aquel viaje interior Hacia ese agujero existencial que es tu casa de Nunca Jamás Donde practican sus aullidos los cachorros Con sus contradictorio virtuosismo Como ambiciosas islas inexplicables. ¿Eso es todo, calzoncillo triste? Ver a Natalie Wood corriendo bajo la lluvia Cuando todos sabemos que tiene un agujero en forma de un ojo Que se abre y cierra en el centro de un pulmón desinflado. ¿Hay más? Un largo cordel donde otros calzoncillos Toman sol, se descuelgan, se abanican, Mientras tú sientes que pesas como una piedra Porque en realidad estás cansado Y quizá hasta te gustaría Que algún necio elevara el ciclo de revoluciones de la lavadora Hasta que te desintegres En medio de aquella agua jabonosa Oh, calzoncillo triste, Lo que digo es: ¿por qué la vida es así? Hace unas semanas yo les ganaba fácil a los cachorros Y ahora me cuesta incluso recuperar la marca Y mis disparos salen por encima del larguero Mientras me pregunto qué hice mal, O mejor dicho, ¿Por qué siempre que hago las cosas mal Las hago mal del mismo modo? Pero también pienso Que quizá adelantando a Robben unos metros, Entonces agito la cabeza Y me doy cuenta de que no hay bulla En el estadio Y cuando Jon Kabira se queda callado Y tú te quedas también, súbitamente, callado en medio de una conversación con una muchacha Es porque no hay remedio Y ya todo está dicho (Y los gemelos que protege el calzoncillo triste Tiemblan poéticamente como cascabeles, O cascos de un caballo sobre el lago de hielo de esa universidad imposible cuya beca perdiste para siempre, O un alfiler de oro sobre una bandeja de plata) Calzoncillo: no estés triste. Todavía queda el cajón ético, La compañía de otros seres de algodón, Las inmensas copas de los árboles Las aéreas nubes en forma de lagos El piadoso sonido de la salamandra Que cogió tu hijo en el jardín, Arañando en sueños el frasco donde tiene pesadillas (la salamandra, no tu hijo aún). No estés triste, carajo, no te pongas así, Quizá si adelantas a Robben O simplemente miras hacia otro lado Mientras limpias la picana, el látigo, el cuchillo, el alfiler ¿Acaso eso no es lo que quieres al fin? El golpe de una cola que acompaña Tus pasos medidos De Guatemala a Guatepeor Te cuento una cosa, por ejemplo, La última carta de tarot que me mostraron ayer, La definitiva, Mostraba a un caballero derrotado Con cinco espadas rotas a su alrededor Cogiéndose el brazo herido y con la cabeza gacha Mientras al fondo, en sombras, se proyectaba el vencedor Que levanta la espada ufanándose de su victoria Quizá sea hora que lo aceptes, dice la lectora, Finalmente has sido vencido. He sido vencido. ¿Acaso es tan difícil decirlo? Vencido, vencido, vencido, vencido, vencido Quien lo dice así, sin pánico, no dice nada E incluso puede decir más: ¿Para qué escribir? ¿Por qué escribir? Un punto, una raya, un punto más, una línea oblicua Y quiera dios que eso signifique algo. Subraya la siguiente frase, panzón: un huevo cocido no puede volver a estar crudo. Ahora dila en voz alta O escríbela en el espejo Donte te afeitas la barbilla Esa es toda mi verdad de empleado público, calzoncillo, Quizá Aquiles Cacho tenga razón y yo solo sea Un compacto y casi calvo mono presuntuoso Trepado en una rama llena de enrojecidos mangos Que he arrancado sin tener hambre. Ahora solo me queda soltar el botín Saltar a tierra Enderezar mi columna vertebral Utilizar mi pulgar Enamorarme -Oh no, enamorarme- Y ponerme una por una todas mis prendas Empezando por el calzoncillo airado La media derecha Y la camisa abotonada que cubre el agujero. TYSON
3.10.05
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2 comentarios:
Tyson me has dejado con los dientes en el suelo... no sé qué decir ante una cosa así, solo que la naturaleza produce a veces cosas majestuosas y abominables, pero esto es demasiado, demasiado... no sé por dónde empezar porque lo has dicho todo en esta balada. Solo Pálido Fuego II sería suficiente para explicarlo.
L
¿Ese calzoncillo tiene un corazoncito rojo es la mancha de un beso?
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