5.3.05

La temida aviación comercial / Iván Thays (Lima, 1968 - Oficinas de Alfaguara, 2005): in memoriam

1
Qué gloriosos momentos compartidos con los camaradas que aún están aquí - en este mundo, en estas tierras - han confluido esta noche de goles espléndidos y fantasmas que retornan con sus melenas sombrías. El olor de la camaradería, mezclado con la canchita, las bebidas gaseosas, y los recuerdos de aquel que fue y ya no está más entre nosotros, porque decidió fugarse con unas tías rioplatenses y abandonar toda esperanza de un futuro para la narrativa nacional, es el gran marco del último compromiso, el campeonato de las sombras, la pichanguita final. Todo ello, porque la mítica copa Mimaskot (benditos los labios que murmuran aquel vocablo en la lengua perdida de los tiempos dorados) y los hombres de aquella generación han desaparecido en la negra espalda del tiempo, y ya nadie los recuerda ni lee sus libros; se han perdido de la memoria popular, se han vuelto cenizas, polvo negro y gotas de sudor en la tersa espalda del gran demonio negro que Chacal solía amar: también Henry llora tu muerte, minifalda Thays; también el morocho de oro, ectoplásmico narrador. Partió a buscar un mañana mejor en las tierras del Cid, dejando su puesto de conductor en el pograma más sintonizado de la televisión nacional a su doble, el hijo travesti de Gamaliel Mutiérrez y Edgardo Roncesvalles Huevín (y lo peor no es eso, sino que todos piensan que sigue siendo él, que aquellas trenzas españolas son las de Thays); en su último día sobre la tierra paseó tranquilamente por las calles de Madrid, esquivando a los agentes de policía que por alguna razón eran insensiblemente atraídos por su triste figura de sudaka fementido y emplumado escribidor; aquel hombre que en vida sintió demasiado y jamás dio la espalda, salvo a Leopardo Agarre o cualquier moreno de oscuro color, fue visto a la entrada del Santiago Bernabeu, agitando las manos convulsivamente mientras recordaba el gol de Roberto Carlos, pensando para sí: fui yo, fui yo, yo apreté cuadrado, fue mi gol); caminando de la mano con el espectro de Carlos Gallardo, y la quimera más atrás, que recorre aquellos caminos y visita aquellos monumentos una o dos veces al año para escribir su tesis, y dicen que bebió café; dicen también que alguien lo vio o dijo verlo tras las ventanas de algún bar, apurando el trago negro, la negra copa de la muerte, a pesar de que en vida jamás bebió un martini, un pastís, un triple x, solo coca cola para mí, y mejor si es con papitas lays; y después, desapareció. Fue a la salida de la conferencia de prensa de una conocida editorial manchega, convocada para anunciar los resultados de un premio literario que le costó la vida; aquel que estuvo y ya no está fue breve, tomó el micrófono y habló con pudor, misericordia y vanidad, como siempre solía hacer, sobre todo para los niños, que fueron su pasión (todo sea por Vasso de Goncourt, amén); luego se despidió de los asistentes y salió en un taxi hacia Barajas, abordó el avión (el temido pájaro de acero) de sus peores pesadillas y cuando entró al baño para aliviar una súbita pesadumbre, encontró a Leopoldo Amarre sentado en el water y dispuesto a jalar la cadena sin retorno, el flush final, el verdadero. Todos los diarios hablaron del suceso. Incluso McUlerio Denegro se pronunció. Publicaron fotos en todas las poses y días después nadie se acordaba del accidente.
2
Así pues, nos dejó vestidas, travestidas y alborotadas en el pináculo de la amistad. A ese, que descansó sus cabellos revueltos en algún hotel de cinco estrellas amablemente facilitado por la fatídica editorial que nunca nos verá publicar (aunque sea lo último que hagamos, dejaremos aquella casa editora para Rocambolo y los otros; somos estruendo o lurigancho corazón, con lasso comiendo tacos sobre el frío cemento de la prisión), pero carente del calor de hogar que tanta falta te hace hoy, a él, van estas palabras, esta oración. Repetidas veces nos mencionó de forma sutil aquel viaje que emprendería una noche ya lejana. Repetidas veces también nuestro corazón se negó a aceptar ese triste mensaje; pero la realidad pudo más y él nos ha dejado para no volver. Repetidas veces, cargando en sus brazos al fruto de su vientre, al joven Andreas, que lo miraba sin entender, nos reveló su propósito fatal: viajar, emigrar, perderse tras el océano para buscar un destino mejor, una vida digna para él y los suyos, en fin, un lugar para vivir lejos de aquella anciana mujer que se materializa en sus pesadillas repitiendo sin cesar: "osi - quéééé?!". Debo salir adelante, nos dijo aquel que antes estuvo y ya no está, porque los escritores peruanos sí podemos y si no que lo diga Bellatin. El pequeño Quark, jalando la pierna de su hermanastro Andreas e indicándole así a su padre que era tiempo de cambiar de heredero, se trepó de un salto a los brazos de aquel que moró entre nosotros y mientras escuchaba su triste historia de esperanza y literatura, rompió a llorar. ¿En qué verdes hojas y en qué boas gigantes pensaba el pequeño Quark mientras su padre le revelaba sin compasión que pronto lo dejaría? ¿En qué pensaba el Chacalón, implorando al cielo, llorando de rodillas en el camerino de la Roma mientras Totti se abrazaba a su espalda tratando de calmar su irreprimible sollozar? ¿En qué tetas pensaba Ludo, en qué puertos extremos pensaba Page? Amigos, clamó el querido Tonelada, ya no aguanto más, me iré a ese puerto y no pienso regresar. En ti, aquel que ya no estás. Y en todos los libros de Anagrama que, después de tu partida, tendrían para rematar al chino Daniel, quien ha prometido donar todas las ganancias para iniciar la construcción de un modesto busto de bronce que habrá de ser colocado en la que ahora se llama "Plaza Thays" (detrás del Pollón, parque frente al acantilado, ahí, cerca del abismo, donde te gustaba corretear con el pelo al viento y los pies descalzos, soñando locamente con las piernas brillantes de Owen y con los goles que ya no meterás, Andreas tendrá que hacerlos por ti). Pero hablemos más de Quark, el único escritor que puede recitar de memoria El viaje interior (emulando por cierto, en los diálogos, la voz de Kaas), nacido a las orillas del Amazonas nueve meses despúes de una rauda presentación de Escena de caza en la discoteca Papá Piraña. Él ha sido el más afectado por esta gran tragedia de la literatura universal. Quizás a aquel que vio la luz y ahora ve la oscuridad le hubiera gustado ver, en estos precisos momentos, al pequeño Quark disfrutar de los goles que le marca al acongojado Ludo en la última fecha del Tonelada Page; los ojos lejanos de aquel que en tierras ibéricas se esconde, no podrán ver más al pequeño Quark crecer, decir sus primeras palabras y terminar, por décima vez, la lectura de su tebeo favorito, llamado La disciplina de la vanidad (ya sale una edición con las fotos de los autores de los fragmentos, dijo Thays; pero fue en enero, cuando todavía estaba aquí). Page y Ludo abrazan al delicado infante envuelto en sus hojitas de cocotero y juntos perciben la callada forma de la ausencia, de aquel amable miembro de nuestra Calcuta literaria, de nuestro Panteón de Juguete, que nos ha abandonado para siempre, "cuando estaba en su mejor momento" (madre de Ludo dixit) y estaba a punto de publicar una trilogía de 2,000 páginas titulada "Nunca te olvidaré, Kaas". Ya el tiempo comienza a revivir su imagen, y sus rizos pierden consistencia en la frágil memoria de sus amigos. ¿No había un quinto jugador sentado allí en aquel sofá vacío? No, es una sombra.
¿No había una voz que nos leía fragmentos de novelas premiadas en Alfaguara?
No, es el viento.
¿No había un sujeto intentando convencernos de que Aquelarre sería el nuevo canon? No, es un bluff.
En otras palabras, qué decir: es la soledad de los aviones, es la temida aviación comercial. No hay otra explicación. ¿Quién hace tanto ruido y ni deja testar las lágrimas que arrojamos hoy por él? Um premio literario llevóselo. Así como el gran vate norteño pronosticara su muerte un crepúsculo de chubasco en las calles de París, el escritor minifalda Thays (más conocido como el querido, el entrañable Ricky Martin literario, Kike Suero para los amigos), nos habló, en un día ya lejano, del libro que pensaba escribir, y de su malhadado título, la temida aviación comercial. Pues el pronóstico se ha cumplido, greñudo camarada del winning infinito y las pizzas frías a las seis de la mañana. Ellas son las culpables. Unas argentinas que aman a Marco Polo y a los fideos y que deberían estar escribiendo no para ti, Iván, sino para Andreas, que es apenas la sombra de tu presencia. Nosotros nos ocuparemos del niño y veremos que llegue a ser el gran jugador que alguna quisiste que fuera; también escribe, y promete, pero bueno, ya Lasso se encargará de enterrar sus sueños literarios y llevarlo por el camino de los estadios repletos. Llamaremos al DT del Gran Taco Editorial para que nos asesore en la tarea de pulir al pequeño Andreas en las labores futbolísticas; así también, este DT y ex-lírico nacional ya se ha encargado de comprar los derechos vitalicios de toda tu obra gracias al justo trato que con Andreas ha llevado a cabo: su sonaja, y el peluchito con forma fálica que el otro día llevó Page, ese naranjita con cara de hipopótamo. Estás en buenas manos. Lasso ha prometido usar el dinero para adquirir el kiosko de la Carcochita y crear el "taco Thays", una elegante mezcla de palta, frejoles y frutos del mar; eso sí, acompañados de un delicioso ají de gallina. Rico, ¿no? Pero no estás, en realidad. Porque Es la soledad de los aviones y no habrá nada que podamos hacer. ¿Adónde van los hombres que soñaron con Busardo? ¿Kaas jugará winning? Pero nada de esto nos permite ser del todo felices. El santuario del winning que hemos creado en la casa de aquel que fue y que no habita más aquí, no es tan lucrativo como pensábamos. Apenas hemos sacado para el alquiler de la venta de garage de los libros. Algo es algo, Iván. Gracias por ese apoyo. Finalmente, hoy que nos regocijamos -a pesar del dolor por supuesto- con partidos y partidos y goles y goles y todo es alegría, gritos, camaradería, buenas intenciones, paz mundial, Quark feliz con tu ropa interior que insiste en utilizar como gorra, y muchas cosas más, a pesar de todo eso, hemos encargado con la mejor de las intenciones al DT Lasso para que compre una lápida con tu nombre. Para ello utilizará la plata de la venta de tus libros; esperemos que no haya tumba sin nombre. Es la soledad de los aviones. Leopardo Aguirre también la siente. Cuentan que ha dejado indefinidamente su puesto de crítico vitalicio en una desconocida página web, para seguirte hasta el otro mundo murmurando entre dientes: "mis diez mil, mis diez mil...". Sin Plumas está de luto. Un sobrio template negro adecuado a la ocasión ha reemplazado el festivo fondo ocre-amarillento que solía animar las divertidas tardes de aquel que ya no es, cuando escribía sus aclamados comentarios librescos en su Moleskine. Para celebrar tu nombre, los cachorros han dedicado toda la página a comentar los libros de estruendomudo: page comenta a page, ludo comenta a ludo, gallardo (sin comentarios) y así será, por los siglos de los siglos; Lasso promete publicar pronto al conocido reseñista apodado Puñal, quien te apreció en vida tanto como lo hace en tu muerte. Muchalabia ha aprendido a jugar play. Todavía no marca un gol, pero afirma que el color artificial del césped electrónico le recuerda a su querido compañero del Centeno, quien ambientaba personajes en el reino de Istmia, y demás aventuras que solo Muchalabia recordará. Un saludo desde esta parte del charco de Quark, Ludo, Page y el Chacal, que en realidad no está, pero es lo mismo. No seremos profetas de males, así que, este domingo haremos Guija para evocarte y jugar unos partidos más con tu presencia espectral. Pd. Esta plegaria fue escrita a 8 manos.
Posted by Hello

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Por santa Eugène Grandet, jamás vi un espectáculo tan esquizofrénico, tan patéticamente vanidoso, tan mal narrado y encima con tanta escasa gracia.

Anónimo dijo...

Exquisito y gracioso, señores. Gran prosa. Confieso: ha sido lo más gracioso, por ahora, del día. Un abrazo de un lector suyos, anónimo, porque parece ser que algunos no tienen huevos para firmar comentarios, como yo...

Anónimo dijo...

Ya pues, anónimos, firmen sus comentarios. ¿Por qué el miedo?

Anónimo Quark

Anónimo dijo...

Por Santa Eugéne Grandet, qué cojudo comentario. Y encima toman su nombre. Eso sí es patético. Y sí, será esquizofréncio, vanidoso, pero -escúchelo, pequeño moho- jamás mal narrado.

¿Quién será este pelmazo, gente?

Page

P.D: saludos al lector sin huevos. Al menos él lo reconoce. Grande.

Anónimo dijo...

La jaula de las locas, puta madre, bueno, un cague de risa.
Es la soledad de los puertos comerciales.
Ay, las monjas del canon que no saben firmar, para que evitar que la gente se divierta sanamente a costa de la megalomania de puñal, amarre y demas perdedores.
Es la soledad de los aviones extremos.
Divertido por momentos en verdad. Pero desde fuera parece un acto beatico para una nueva melchorita,
que, ademas de reconocer su sentido parodico, mas bien deberia tomarse como fruto de una simple amistad.
Es la soledad de las casas comerciales.
JM
PD: No firmen por mi pq yo no estaba.

Anónimo dijo...

Por Santa Cachucha! Recórcholis, Batman, nos atacan!

Ludo