El mejor regalo de cumpleaños

CNI subió a primera. Después de 16 años. Después de 1992. Después de la goleada de Universitario por 5 -0. Aún recuerdo ese día. Esa tarde en que, aún a mis nueve años, vi al puma Carranza, a Martínez, a Zubzuk -o como mierda se escriba. Nos ganaron. Bajamos. Para alguien como yo, que ha crecido en Iquitos, ver a su ciudad de nuevo en primera es una sensación increíble. Sobre todo si yo también fui parte alguna vez de ese equipo, o pude serlo. Ya les dije, pude ser futbolista, incluso pude ser el chato Barrena (metro cincuenta y cinco) que mide como yo y que hoy casi se mete el gol de su vida para darnos el campeonato de la Copa Perú. En 1994 me probé en CNI sub 12. Me aceptaron. Jugué el partido de prueba, por recomendación del hermano de Teddy Cardama, y al final del partido el entrenador me dijo que para la práctica siguiente llevara mi partida de nacimiento y dos fotos. Pero sucedió que, como había estado entrenado antes para otro equipo, el reciente subcampeón de la copa Pelota de trapo en la que juegan chicos menores de 11 años, el entrenador de mierda se picó y me inscribió a pesar de que yo no pensaba volver a jugar en su club. Lo encontré un día, le dije que me iba para CNI, y me salió con el rollo de que eso era imposible, de que ya me había inscrito, de que volviera a su club o  si no me jodía para siempre. ¡Me amenazaba a pesar de que solo era un calichín de 11 años! Acepté. Por huevón. Así que dejé CNI y me resigné a jugar en su equipo. Y ocho partidos después, me retiré del fútbol. ¿Qué habría ocurrido si seguía en CNI? Ahorita estaría brindando con el eterno Juan Luna, el experimentado goleador de segunda división, y haciendo dupla con el chato Barrena onda Oliver Aton -Tom Misagui. Mañana estaría llegando con la copa del subcampeonato al aeropuerto Jorge Chávez con una multitud de iquiteños felices, alegres de ver a su club en primera división, seguro sentado en los hombros del moreno Luna, como un bebé de once años, entrevistado en programas regionales, respondiendo que el equipo hizo lo mejor posible para sacar el mejor resultado, que el trabajo ha sido arduo pero con frutos, que ahora había que pensar en el próximo partido.  El chato Barrena y yo, la diminuta dupla que conquistó Lima, acosado por chibolas quinceañeras de los colegios Rosa de América, Liceo Naval, Nuestra Señora de Fátima, San Agustín. Pero así es la vida. Dejé el fútbol para ser escritor. Para jugar winning. Para vivir soñando. De todos modos, el ascenso de CNI es el mejor regalo que he podido recibir. Nos lo merecíamos. Iquitos se lo merecía. Lo único malo es que creo que ascendimos por las huevas. Ahora llega el 20 y FIFA nos desafilia. Pero qué importa. Lo que cuenta es la batalla ganada. La lucha concluida. La alegría del ganador. El regreso de CNI. 

QUARK