por: El viejo Chucho
Vamos a dejar las cosas en claro, aunque toquemos asuntos oscuros. Me ha costado bastantes años de mentalización positiva y blísters de Hepabionta el poder unir los conceptos Juez de Línea con mujer (como si no hubiera ya suficientes piernas que mirar dentro de la cancha) para tener que aceptar -sin levantar no mi voz de protesta sino de oh sorpresa- que los africanos, sí, los africanos, sean anfitriones de un mundial de fútbol. Es decir, ¿de qué estamos hablando?
Siempre he estado a favor de la participación folclórica, digamos así, en los mundiales de algunos países sin historial futbolístico. Y confieso que las camisetas de los países africanos, sus danzas de lluvia en el palo del córner cada vez que meten gol, sus hinchas con penachos en la cabeza y sus túnicas con diseños soñados por Augusto Ferrando (q.u.e.d.p.) después de comer dos tortas de chocolate a las 12 de la noche, me parecen pintorescos y le dan un yo qué sé o qué se yo, un toque pintoresco a los mundiales. Incluso, y esto es una prueba de mi enormísima flexibilidad en materia futbolística-humanitaria, he tomado con buen humor el hecho de que a los equipos africanos históricamente se les haya tenido que convocar una hora antes de los partidos para darles una clase teórica sobre lo que es un chimpún o cualquier calzado deportivo que no sea una alpargata de carrizo. Pero de ahí a aceptar que esas almas sensibilizadas por las batallas tribales y los leones agazapados que aparecen en el entretiempo para comerse al back central más lento de cada equipo, hagan un mundial, eso sí me parece too much, como dice mi nieto Chacaloncito desde que pasó el TOEFL.
¿Qué ha pasado en el mundo para que todo esté de cabeza? ¿Realmente piensas que se podrá hacer un mundial serio en estadios llamados Nelson Mandela y cosas semejantes? ¿Y las telecomunicaciones qué tal son allá? Yo no necesito nada, con mi vieja Phillips de 11 watios y la voz inolvidable de don Torcuato Ordóñez -el timbal futbolero- me defiendo pero, señores, es decir, ahora hay televisión por internet y esas cosas. No podemos estar a merced de personas que suelen comunicarse con tambores, ¿verdad? Y ni digamos lo que sucederá si un avión se desvía del camino y termina en manos de un nieto de Idi Amin. Si eso sucediera, la cita mundial del fútbol se convertiría en un Festival Gastronómico Internacional y de eso no se trata, pues. No es una cuestión racial, por si acaso, sino de sentido común. Yo creo que los negros sí pueden jugar bien e incluso meter un gol de vez en cuando. Después de todo, yo he sido testigo de que cuando los negros son llevados a equipos de fútbol europeos desde pequeños y tienen una buena alimentación (y no una a base de gatos chinchanos, como aquel cóndor de triste recordación que por aquí pasó) y un proceso de sociabilización que consiste en no comerse al compañero de cuarto, pueden hacer lindos partido, siempre y cuando los entrene un hombre blanco que tenga algún parecido parecido con Johnny Weissmuller.
Ya sé lo que están pensando pero no, no soy racista. De paso, aprovecho la ocasión y la dispepsia para decir que no estoy de acuerdo con llamar "moreno", "negrito" o peor aún "afro-americano" a los negros. Nada de "políticamente correcto". Las cosas como son. Hay que llamarlos negros, así nomás, sin tapujos. Incluso puedo dar fe de que no soy racista contando una historia de mi adolescencia, cuando jugaba en el club Once Amigos de Chichamoliendo, equipo de mis amores, tres veces subcampeones del interbarrios, la Holanda del cuarto mundo. En fin. Les quería contar que en mi equipo había un negro. Se llamaba el Negro López López pero como no nos gustaba las redundancias -siempre fuimos muy gramaticales en el club- le decíamos El Cocodrilo López López. Nosotros lo usábamos de lateral izquierdo o derecho, según los requerimientos del partido. Es decir, veíamos cuál era el delantero más apetecible y rozagante como un lechoncito pascuero y lo poníamos al Cocodrilo en esa punta para que no lo deje ni a sol ni a sombra. Y resultaba. ¡Qué partidos jugábamos con el Cocodrilo López López! Tengo varias fotos con él, uno al lado del otro, como hermanos interraciales, que eso éramos, como casi dos iguales, que eso también éramos en verano. Tuvo dos temporadas brillantes, hay que decirlo, antes de que fuera expulsado del club un día en que todos estábamos en las duchas después de un partido y se dio un infausto amago de incendio y el Presidente del Club, hombre sacrificado él, "confudiera" al desnudo Cocodrilo López López con la manguera negra contra incendios enroscada en la pared. El problema no fue ese, en realidad, sino que el Presidente no quiso soltar al Cocodrilo ni siquiera 25 minutos después de que se apagó el incendio y ya era claro que lo que el Cocodrilo ofrecía, entre asustado y satisfecho, no era una manguera precisamente. Tampoco por eso hubiera sido expulsado pero cuando empezamos a llamar al Presidente del Club Alfredito "Bombero" Schulz medio como que se enojó. Y luego, cuando la esposa del Presidente preguntó por qué le decíamos Bombero y le explicamos lo de la Manguera (explicación que fue usada posteriormente como causal de divorcio) los días en el club de Cocodrilo López López terminaron.
Lo que quería decirles, en conclusión, es que yo no soy racista y me parece muy bien, recalco, muy bien que en Sudáfrica ya no haya Apartheid, como me ha explicado mi nieto Chacaloncito, que es tan pero tan desafortunado en el amor que un día sacó una cita a ciegas con una muda. No soy racista, insisto. Pero como lo hemos comentado en la Peña de los Jueves (que por cierto se lleva a cabo todos los viernes en el Club Geriátrico de Leones de Chichamoliendo) con Andrés "Hitler" Zevallos y el austriaco Diether "Escorbuto" Schwartz, una cosa es que un coreano haga un mundial (esos al menos saben ponerle tuercas a los ticos y ocupan poco espacio) y otra muy distinta que la haga un país africano, donde el fútbol es solo el segundo entretenimiento después del nomadismo obligatorio. Los mundiales deben ser organizados por países donde el fútbol sea una divinida. ¿Se acuerdan del mundial de USA? Yo me acuerdo. Los estadios estaban llenos de gordinflones con gorros que aplaudían cuando les jalabas una cuerda invisible, y degustadores seriales de hotdogs. ¿Eso es un mundial? Eso no fue nada. Eso fue una especie de partido de NBA sin canasta ni música ni puntajes mi waripoleras. Fue como ver un streep-tease entre esquimales: no importa lo bonito que sea el espectáculo uno quiere que se acabe de una vez para meterse en el iglú y calentarse con chocolate caliente y una foca sin mal aliento.
En fin, ya que estamos hablando de chocolates y de focas, este mundial corre el riesgo de ser un caos absoluto, un fracaso, un cualquier cosa. Y no es que sea racista, ojo. Solo que me gusta, uds. ya saben y por eso me llaman cada 4 años, poner las cosas que pienso y como las pienso en blanco y negro.
Pero siempre y cuando lo blanco y lo negro estén bien separados en la página para que pueda leerse (¿ven como no soy yo el racista sino la imprenta?) y no todo licuado como sucederá, si no lo detenemos a tiempo, en el próximo mundial en Sudáfrica, que será en el 2010 si mi memoria no me falla. Estamos a tiempo de evirtarlo.