13.8.07

6 am

Balabán, el recomendado de Tyson para la master liga que Chacal y yo comenzamos, se negó a venir a nuestro Arsenal. Tú te la perdiste, balita Balabán, tú te la perdiste...

Viciosos en Neverland. Ayer, después de la copa “Hay pingüinos que se visten con terno”, Chacal y yo decidimos continuar la Master Liga que habíamos iniciado una semana atrás. Comenzamos a la 1 30 am, sin imaginar que habríamos de abandonar la jato de Tyson y llegar a nuestras casas a las 6 30 am, consumidos por una intensa jornada de enfrentamientos contra la máquina e incrédulos de ver el amanecer como alguna vez hace un par de años en que nos desvelamos por conversaciones de ángeles, brujas y demás transparencias que también vemos todavía en el winning cuando un jugador traspasa a otro como un acto de magia.

Chacal y yo nos quedamos solos, dije. Y mientras la gente se quitaba aduciendo cansancio, nosotros ya nos habíamos adueñado de los mandos, con la boca hecha agua, excitados con seguir jugando unos partidillos y por qué no continuar con la Master Liga, por qué no: “Ya pe, huevón, sacamos campeón al Arsenal y nos traemos de vuelta a Henry, aunque se resista, aunque se esconda detrás de la cama de Ronaldinho”.

Oh, el destino. Se trajo la ilusión, se perdió la ilusión. Una vez que abrimos el archivo de la memory, nos acordamos que habíamos empatado casi el 80% de nuestros partidos, sin ganar uno siquiera. Dijimos al mismo tiempo: “Este es un equipo de mierda”. Pero faltaban 6 partiditos para las negociaciones de mitad temporada, así que nos animamos a continuar. Queríamos contratar un verdadero goleador (no el goleador furtivo, el vendehumo de la máquina) que pudiese reemplazar a la mula Adebayor. Solo uno porque a las justas habíamos logrado obtener el dinero suficiente para pagar al plantel. Entonces jugamos esos 6 partidos, y una vez abierto los pases de transferencia, pusimos al mercado a nuestra camada de juveniles. Los vendimos (luego nos enteramos que a algunos los habíamos prestado, en realidad; los problemas de jugar en la madrugada) y con esa plata armamos un colchón para traer un centrodelantero con gol. Tyson nos propuso Balaban. Le ofrecimos 10 mil shingos, y no quiso venir. “Mejor hay que traernos un coreno”, dijo Chacal, “esos salen de fábrica y baratito nomás”. Vimos a los coreanos. Nos interesó un tal Lee no sé qué, le ofrecimos 4 mil shingos (dos mil más que el básico) y tampoco quiso venir. En ese momento nos dimos cuenta que ni Johan Fano venía a jugar con nosotros.

Al final, con las contrataciones fallidas, desanimados de que ningún jugador quisiera venir a jugar con nosotros, apareció en nuestra plantilla pequeñito Smith. “¿Pequeñito Smith?”, nos preguntamos, incrédulos, “¿y este cómo entró?”. Ni siquiera habíamos pensado en él, pero estaba ahí al lado de piruetita Van Persie y como titular, el pendejo, como titular. “Chacal, ¿qué hace pequeñito Smith en nuestro equipo? Nosotros queríamos a Balaban…”.

Pero pequeñito Smith estaba ahí, amarrándose los chimpunes en los camerinos, sin hablar a nadie, como si no nos diéramos cuenta de su presencia. “Puta madre, qué mala suerte”, se quejó Chacal, molesto. “Pedimos a Balaban y nos traen a pequeñito Smith… la computadora es una mierda”.

Solo jugaríamos un par de partidos más, decepcionados. Un par de partidos más que fueron en realidad 14. Y amaneció en Lima…

Quark

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Quarkcito: que buena tu crónica. Un abrazo.

JM